OTROS HIJOS TONTOS

martes, 10 de febrero de 2009

El misterio de la fortuna - Cap Iii...

Miguélimo Rogelio era uno de mis hermanos del medio, o sea, yo soy el menor (de los que conozco), Juan Manuel el mayor, y “Migue” uno de los intermedios.
La historia de Rogelio fue complicada desde el principio, ya que en el momento en que mi madre queda embarazada de él, estaba por conseguir un empleo que quizás la hubiera sacado del barrio en que vivíamos y, tal vez, de la miseria en la que estaba sumergida.
Pero se embarazó.
Por eso, y según palabras de ella: “Como el pendejo le cagó la vida, ella se la cagó a él en retribución”.
Eso explica el por qué del nombre.
De todos modos, siempre le dijimos “Migue”, así que lejos de cagarle la vida, le dimos un apodo que era re chic.
Pero para describir a mi hermano, todo tiene que centrarse en la relación que mantenía con mi madre, ya que por el hecho antes relatado, ella siempre lo culpó de todos los males.
No importaba qué pasara, dónde, ni por qué motivos, siempre era culpa de Miguélimo.
Para muestra basta con un botón, y aquí se los doy.
Una vez, la vecina pierde unas medias que había dejado colgadas a secar, porque se las había robado el perro de la señora de la otra cuadra simplemente porque era un perro hijo de puta.
Miguélimo, que es el único de nosotros que cursó la secundaria como corresponde, llegaba del colegio justo en medio del rastrillaje en busca de las medias. Resulta que mi madre lo culpó porque se había ido al colegio, cuando en realidad podría haberse quedado a trabajar como todos nosotros, ya que si se hubiera quedado ya hubiera estado en casa y seguramente (como es un vago) estaría cansado y se habría sentado en la puerta a tomar una coca y hubiera podido espantar al perro cuando lo viera robar las medias.
Lo grave no es la teoría ilógica de mi madre, lo loco es que tres cuartos del barrio la tomó como verídica y se lo fue catalogando de pájaro de mal agüero.
Nadie quería que Migue fuera a la fiesta de cumpleaños porque: si eras mujer se te cortaba la menstruación de por vida y se te pudría la sangre adentro, y si eras hombre no se te paraba nunca más.
Migue llegaba a misa y las velas de la iglesia se apagaban, las puertas se golpeaban las viejas infartaban y a Jesús se le volaba el taparrabos dejando al aire las partes nobles del Mesías.
No lo dejaban pasar cerca de los chicos que jugaban a la pelota porque transmitía fiebre, rubéola, varicela y en algunos casos le atribuyeron caídas de paletilla, urticarias e infecciones urinarias.
Nadie que quisiera levantarse una mina le podía contar porque seguramente la señorita en cuestión, o bien moría, o se iba del barrio secuestrada por una organización destinada a la trata de personas con fines de explotación sexual en el interior de la provincia de Corrientes.
El tema es que mi hermano nunca hizo nada por revertir esa leyenda de “yeta” que se le había creado injustamente, y mucho menos se detuvo a plantearle a mi madre el por qué de la mala relación que mantenían.
Así fue que se dedicó a sacarle provecho.
Recuerdo la vez que uno de los matones del barrio lo chocó con su bicicleta, y mi hermano al levantarse, le dijo: “Si no me conseguís $200 hasta el fin de semana juro que voy y escupo alrededor de la cucha de tu perro para que se ponga rabioso y le muerda la cajeta a tu novia para que vos te contagies de SIDA cada vez que se la pongas”
Obviamente, los detalles del SIDA no estaban presentes en la cabeza del bruto que acababa de cruzarse con mi hermano. De hecho, no creo que le haya entendido algo en absoluto de todo lo que le había dicho.
Ahora que lo pienso sólo le debe haber importado la integridad de la cajeta de su novia, pero sea por lo que fuere, le consiguió los $200.
Otra vez, una vecina lo increpó por la pérdida de una perrita que ella tenía, y Migue sólo estiró su índice derecho señalando su zapatilla derecha, en la cual se le había chorreado salsa de los fideos del mediodía, y le dijo “Su sangre ahora es mía, sólo la tendrá de vuelta si junta $350 para el viernes a la noche”.
Los consiguió y Migue le devolvió la perrita, que sólo había estado escondida en el basural de la otra cuadra porque había entrado en celo.
A Migue ya no le importaba si el matón quedaba en cana por robar para conseguir los 200, ni quería saber si la vecina se contagió más ladillas que las que pueden figurar en las páginas del Guiness, o una gonorrea capaz de matar a los Olifantes en los que vienen los hombres del oeste en el Señor de los Anillos. Él sólo quería recaudar dinero.
Nunca supimos qué hacía con la plata.
“Debe estar manteniendo alguna putita por ahí, porque en traerle a la madre ni piensa” exclamaba mi vieja, que lo odiaba pero por unos pesos pasaba a ser el hijo más querido.
Un día dejó una carta que tenía un mensaje más que claro, conciso y que no daba margen a dudas de lo que había estado planeando con su dinero.
La carta decía:

Familia, me voy a la remismísima mierda.
Por mí se pueden ir todos y cada uno a hacerse romper el ojete por una manada de mapuches que creen que se están garchando al mismísimo General Roca en plena Conquista del Desierto.

Entendimos que se había ido y que estaba molesto con nosotros, pero el ejemplo no lo cazamos.

8 comentarios:

Tefilina dijo...

esto se pone cada vez mejor...
la carta fue concisa, y brillante... como debe ser...

Oli! dijo...

jaja, pobre Migue...huyó en busca de algo mejor...tal vez hoy es muy exitoso gracias a eso!

Saludos!!!

Onirica dijo...

Peroname,. no puedo leerlo ahora,mañana entro y lo leo. Era para avisarte que te robe la idea pero con algunas modificaciones.

Saludos.

J.A. dijo...

Robar con aviso no es robar...

ES PLAGIAR!

Sino preguntale a Bucay.

Gracias a todos por pasar...

bel! dijo...

Ché, y si leés su historia no te pasa nada no?
Jajajaja

Abraxo!

Mr. Pergio dijo...

Qué mal distribuída la suerte en esa familia che!
Mientras que Juan Manuel se hacía la guita gracias a su imponente nutria, éste se tenía que bancar ser el yeta de la familia...

Sigo notando paralelismos con los Karamazov... esto es grave.

Un abrazo

Celes dijo...

jajaja pobre tu hermano che!

Seguí fumando de esa que te hace re bien

besos

J.A. dijo...

Pergio, me crees si te digo que jamás, pero JAMÁS! leí los Karamazov?

Celes: Vos creés?

Gracias a todos por pasar y comentar...

Volveré pronto, estoy de vacaciones.