OTROS HIJOS TONTOS

viernes, 2 de noviembre de 2007

No dejemos a las monjas presas...

La vida te da sorpresas dijo una monja encarcelada... (por lo de Sor Presa salamines...)

En realidad la vida no da sorpresas, sino que nosotros nos buscamos recónditos recondos donde recondernos.

Si hiciéramos un análisis sobre el origen de la palabra sorpresa, nos llevaríamos una gran sorpr... esteeee una gran... se fijaron que no tiene sinónimos conocidos?


La palabra sorpresa es el participio del verbo sorprender, derivado del francés medieval surprendre, el cual es la evolución de un compuesto latino formado por la preposición super, “sobre” (de igual manera que el surrealismo no es el subrealismo, sino todo lo contrario, el superrealismo, lo que intenta sobrepasar la realidad), y el verbo praehendere, “prender, agarrar, coger”

O sea que es cuando nos super cogen???

Las cosas no son del todo claras, pero no prendamos luces de emergencia por si las moscas. O sea, vieron que las moscas buscan luces? Bueno, evitemos eso.

Nadie podría decir que no le gustan las sorpresas, quizás porque a ninguno de nosotros, cuando le hacen el ofrecimiento: “Querés que te dé una sorpresa?” se nos ocurre algo desbaragable (?).

Debe considerarse humano aquel al cual las sorpresas no lo sorprenden sino que… no sé, se me fue la última gota de inspiración.

Malditas ardillas! (SIC anon.)


La sorpresa más recordada del mundo


Corría el año 1954 cuando en la pequeña ciudad de Touchstone al Norte de Cincinatti, capital esteparia del norte de Alabama, cuando Martin Torrence Guil llegó al hotel Le garch para la convención de Distribuidores de Mayonesa en cubitos (reunión que se realizó hasta 1955 por la desaparición del mencionado producto).


Esa noche, Martin Torrence Guil había logrado llegar a pesar de la insoportable tormenta.

N de la R.: Tormenta: cantante latina bastante insoportable.

Al arribar al estacionamiento sintió que alguien lo observaba desde atrás de unos arbustos, sintió que se le congelaban los pies, y recordó que había olvidado ponerse los zapatos al bajar del auto.

Regresóse por su calzado, y al darse vuelta escuchó pasos.

Giró bruscamente y vio la silueta de Albert J. Sigfred, el mucamo del hotel.

Albert era un hombre inmenso, que inspiraba mucho temor al verlo por su tamaño y porque era de color… rojo. Esto último producto de una especie de bilirrubina, pero al revés.


Al entrar y ser asignado a una habitación en el piso 12, Martin Trrence Guil se encaminó al ascensor sin saber que estaba a punto de recibir la mayor sorpresa de la que se tengan registros.

Los refucilos entraban por las ventanas y dibujaban las siluetas de los pelados árboles en el piso del abandonado y desierto comedor, el ruido del viento se colaba por los marcos desgastados de las viejas ventanas de madera.

Martin penetró en el ascensor como en un parto visto en REWIND.

Al cerrarse la puerta del ascensor, justo cuando iba a presionar el botón on el número 12 lo vio y se quedó paralizado por completo…

El edificio tenía sólo 10 pisos.

“Vaya sorpresa” pensó.

2 comentarios:

Gabrielote dijo...

grosso el post jaja el mejor hasta ahora

J.A. dijo...

Eso podría hablar muy bien de este o muy mal de los otros...

Se agradece el halago Gabriel sin agua.